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1789-1845: Inicios del rol de primera dama
Así como al presidente George Washington lo consideraban el padre de la patria, su esposa Martha Washington era vista como un modelo para el país. Sus responsabilidades, y las de sus sucesoras inmediatas, implicaron no solo la labor de criar a los hijos y administrar la vida doméstica de una gran casa, sino agasajar a los invitados y apoyar los intereses políticos del presidente de Estados Unidos.
En los inicios, aunque muchas primeras damas fueron las esposas de los presidentes, algunas fueron parientes. Siendo de clase alta, la mayoría de ellas contaba con sirvientes esclavos para coordinar sus elegantes recepciones. Con la notable excepción de los dos Adams, 10 de los primeros 12 presidentes, y sus primeras damas, tuvieron trabajadores esclavizados, entre ellos familiares ilegítimos como lo fue Ann Dandridge, media hermana de Martha Washington. Un retrato de la familia Washington en compañía de un sirviente esclavo, posiblemente Christopher Sheels, evidencia esta historia.
Rachel Jackson
Hannah Van Buren
1845–1877: l destino manifiesto y la Guerra Civil
La creencia de que el gobierno de EE.UU. tenía un “destino manifiesto”, el derecho de ejercer su dominio político sobre América del Norte, tomó forma tras la Guerra de 1812. Ya para la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846–48), la ideología empezaba a influenciar la vida de las primeras damas. En la época de la Guerra Civil, las primeras damas procedentes del norte-centro y el oeste del país asumieron su rol con nuevas posturas.
Mary Todd Lincoln y Julia Dent Grant, nacidas en Kentucky y Misuri respectivamente, eran mujeres ricas y ambiciosas. Gracias a matrimonios bien pensados, alcanzaron la cumbre del poder social, lo cual habría sido imposible por sí mismas debido a su género. Ambas se deleitaban en presidir grandes recepciones y cenas oficiales que luego se ilustraban en revistas populares como Harper’s Weekly.
1877–1901: La época dorada
A fines del siglo XIX, la accesibilidad y el bajo costo de las cromolitografías fomentó el auge de las estampas populares. Comenzaron a circular ampliamente imágenes de las primeras damas, convirtiéndolas en celebridades nacionales. Por ejemplo, la imagen de Frances Folsom Cleveland se utilizó muchas veces sin su permiso en campañas de publicidad. También su vestuario influyó en la moda, como cuando el polisón dejó de usarse porque la prensa publicó el rumor de que ella ya no lo favorecía. Con la creciente difusión de fotos de las primeras damas, sus familias y los elegantes espacios de la Casa Blanca donde ofrecían sus recepciones, las sucesoras de Cleveland se vieron situadas en el centro de las tendencias sociales y los debates en torno a la moda.
Ellen Arthur
1901-1933: Imperialismo y progresismo
A principios del siglo XX, tras las intervenciones de EE.UU. en las guerras de independencia de las colonias españolas en el Caribe y las Filipinas, el rol de las primeras damas cambió. La creciente presencia estadounidense en el escenario imperialista mundial permitió a Helen “Nellie” Taft y Lou Henry Hoover, entre otras, participar activamente en la diplomacia internacional como no habían podido hacerlo sus predecesoras. Asimismo creció el escrutinio de sus vidas a medida que la prensa del país clamaba por entrevistas y fotos para los periódicos y para las revistas mensuales dedicadas a la mujer. Para fines de la década de 1920, las primeras damas empezaron a aparecer en importantes publicaciones de modas, tales como Vogue. Muchas también habían trabajado fuera del hogar y llevaron consigo sus experiencias profesionales a la Casa Blanca.
1933–1993: Al servicio de una causa
Para mediados del siglo XX, se esperaba que las primeras damas adoptaran causas sociales y culturales como medio de servir al país y promover objetivos con los que estuvieran comprometidas. Anna Eleanor Roosevelt redobló su defensa de causas sociales durante la Gran Depresión y la 2da Guerra Mundial. Asimismo, Nancy Reagan exhortó al pueblo a “Decir No” a las drogas ilegales en momentos en que el país se alejaba de la revolución contracultural de los años sesenta. Durante esta época, las primeras damas también se convirtieron en importantes delegadas políticas de sus esposos. Lady Bird Johnson hizo campaña por la elección de su esposo viajando sin él por el sur del país, mientras que Rosalynn Carter viajó por todo el continente americano para reunirse con los jefes de estado como emisaria de su esposo.
1993-: Entrando al nuevo siglo
Mientras el país esperaba el nuevo milenio, Bill y Hillary Clinton llegaron a la Casa Blanca como pareja y equipo. Desafiando las nociones de lo que debía ser su rol en el gobierno de su esposo, Hillary Clinton encabezó los esfuerzos por reformar las leyes de salud. Su prominencia política continuó tras su salida de la Casa Blanca: fue senadora y luego secretaria de estado durante el gobierno de Obama. Laura Bush adoptó primero un enfoque más sutil y se dedicó a la alfabetización de los niños, pero los ataques del 11 de septiembre de 2001 la empujaron hacia un papel más público como fuente de consuelo para el país. Su sucesora, Michelle Obama, se centró también en la salud de la niñez y abogó por los derechos de las niñas y las mujeres a nivel mundial, mientras que la primera dama Melania Trump se ha centrado en el acoso cibernético y otras causas relacionadas con la familia.